domingo, junio 03, 2012

PERDIDOS

La niña corrió a toda velocidad, huyendo de aquella torre, donde acababa de perder a sus compañeros, uno por uno.
Hacía sólo unos minutos se encontraba en plena batalla, luchando ferozmente con su arco y sus flechas junto a sus amigos. Luego llegaron ellos, y llegó la confusión, tantos iguales...
Entonces fue cuando Jessica  desapareció, así sin más, como por arte de magia. Adonde se había ido? No había caído pues su cuerpo no estaba allí en el suelo, tampoco había huido, ella la hubiese visto.
Pero no había tiempo para pensar. Eneas era llevado hacia arriba por la orda de criaturas. Estaba malherido. Madelaine sabía que no duraría mucho si no recibía ayuda pronto. Pero ella también estaba herida. No podía hacer nada, excepto salvarse.
Salió de la torre y miró hacia arriba. ¿Había visto bien? ¿Era un barco lo que flotaba allí en el aire?
Agitada y sin aliento, pero sabiendo que al menos uno de sus amigos aún estaba vivo, Madelaine corrió y corrió sin mirar atrás, sin mirar hacia adelante, sólo mirando hacia arriba, hacia esa nave voladora en cuyo interior su amigo Eneas estaba cautivo.
Madelaine nunca pensó "soy sólo una niña", ella siguió adelante pensando "tengo que rescatarlo", perdiendo por completo su sentido de la orientación, perdiéndose por completo en ese vasto terreno desconocido. Corrió siguiendo al barco hasta que lo perdió. Creyó verlo internarse entre las nubes, elevarse aún más, pero ya no había vuelta atrás, ya no había forma de volver al pueblo.
Herida, exhausta, finalmente llegó a un claro, donde pudo ver una especie monolito gigante, del cual salía una cadena que se elevaba en el cielo y se internaba entre las nubes. Alrededor del monolito había 3 individuos extraños haciendo guardia. Ella decidió esconderse entre los matorrales. Luego de un instante divisó algo que bajaba por la cadena. Era un hombre de cabello largo, parecido a los de abajo, transportando a otro totalmente desnudo, idéntico a los de abajo. En un momento el hombre que bajaba comenzó a ser blanco de los que estaban alrededor del monolito.
Presa de la confusión Madelaine decidió participar de la lucha, sin tomar partido por ninguno, sólo por ella misma. Decidió que lo mejor sería acabar con todos.
Comenzó con los de abajo, que fueron blanco fácil ya que no sospechaban que entre los matorrales había alguien escondido. En cuestión de segundos acabó con ellos y entonces comenzó a atacar con sus flechas al que bajaba. Pero una vez que este individuo pisó tierra Madelaine creyó reconocer a Welest, o al menos una versión diferente de los otros, que también eran como él. Con el corazón a punto de reventar en su pecho bajó el arco y gritó el nombre de su amigo ¡Identificate! le ordenó, a lo que Welest obedeció reacio y confundido también.
Para qué explicitar la emoción en ambos al reconocerse. Sólo ese abrazo lo podía explicar. Este sí era él, no el que había estado con ellos antes en el pueblo, sino realmente él, su amigo Welest.
Había bajado por la cadena, desde un lugar flotante, a 9 horas de altura. Sólo Welest era capas de hazaña semejante y Madelaine sintió orgullo de él.
Pero Eneas aún estaba allá arriba, su amigo Eneas, y Madelaine sentía enrojece su pecho de angustia en pensar en lo que le estarían haciendo. No había tiempo de reencuentros, era momento de rescatar a Eneas.

Madelaine no lo sabía allá arriba, pasando las nubes, la cadena continuaba subiendo y subiendo. A una altura inimaginable el barco que transportaba a Eneas había llegado hasta un castillo que también flotaba en el aire. Allí Eneas había encontrado a su hermano, quien lo había devuelto a tierra firme.
Madelaine y Welest pensaban cómo subir hasta allí cuando Eneas apareció junto a ellos, feliz de estar a salvo, pero con la melancolía de aquel encuentro fraternal tan extraño aún brillando en su mirada.
Para gran sorpresa de todos Eneas montaba nuevamente su fiel corcel, al que tanto habíamos extrañado en nuestras aventuras.
Eneas estaba bien, montado en su caballo, listo para seguir viaje.
Pero aún faltaba Jessica, a quien no habían vuelto a ver desde la torre. Con gran congoja Madelaine contó a sus amigos cómo la habían perdido y sus sospechas de que se la hubiesen llevado para matarla. De ser así había que buscar su cadáver, para rendirle los funerales y los honores que correspondían a tan brava guerrera, a tan talentosa artista, a tan leal amiga y compañera de ruta. Pero era mejor no pensar en eso, era mejor pensar que ellá aún estaba viva en algún lugar.
Volvieron entonces los tres al pueblo guiados por eneas quien sabía encontrar siempre el camino de vuelta a casa, aún en los confines más oscuros y perdidos del mundo.

Continuará....

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